La defensa del territorio no se detiene

Los primeros colonos llegaron hace unos 35 años con hacha y machete porque la madera del cerrillo se pagaba a precio de oro. De hecho, tumbaron tanto bosque que un día se reunieron unos cuantos y concluyeron que estaban haciendo demasiado daño. Así, hace 20 años, nació la Asociación Campesina Ambiental Losada – Guayabero, ASCAL-G, que mediante una audiencia pública, acaba de dar uno de los últimos pasos para constituir su Zona de Reserva Campesina.

Las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) son iniciativas agrarias de paz, pero de la paz de la gente, no de gobernantes ni guerrilleros reunidos en islas lejanas. Por eso, pese a la incertidumbre política que ha generado el resultado del plebiscito por la paz que debía refrendar los acuerdos de La Habana entre gobierno nacional y la guerrilla de las FARC, la sociedad civil no se detiene.

La audiencia pública, realizada en San Juan de Lozada, allá por los límites del Meta y el Caquetá, fue un pequeño hecho histórico. Allí se reunieron, entre muchos otros, los alcaldes de La Macarena, La Uribe y San Vicente del Caguán, nada menos. En esos municipios, junto a Mesetas y Vistahermosa, es donde se aplicó la zona de distensión durante el proceso de paz con las FARC del presidente Andrés Pastrana, entre finales de 1998 y 2002. Fracasó.

Por eso, los campesinos y ganaderos que viven entre los ríos Losada y Guayabero saben bien que si quieren un territorio de paz, deben lucharlo ellos mismos. ¿Por qué territorio de paz? Porque la ZRC no permite concentración de tierras en manos de unos pocos, da títulos de propiedad al pequeño campesino y quiere proteger el territorio frente a las grandes empresas extractivas que han traído consigo, en la historia reciente de Colombia, violencia y desplazamientos masivos.

El proceso que ha seguido ASCAL-G, acompañada por la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina, para llegar a esta audiencia pública (paso previo y requisito indispensable para la constitución de la ZRC) no ha sido sencillo. Ya pidieron implementar dicha figura en 2001, cuando soplaban en el Caguán vientos de paz. Pero entonces, como ahora, llegó el uribismo para desbaratarlo. Se tuvieron que olvidar de iniciativas de paz durante los ocho años con más guerra en la historia moderna del país.

Ha sido en los últimos años, en paralelo a los diálogos de La Habana, que se ha podido seguir trabajando en la protección de ese rico y majestuoso territorio, frontera entre la cordillera oriental andina y los interminables Llanos Orientales, con sus ríos que acabarán alimentando el Orinoco y el Amazonas. Y no es que no lo hayan protegido hasta ahora, pues cuando se reunieron hace 20 años ya acordaron que debían dejar, al menos, un 40% del territorio en estado salvaje. Era época de colonización en todo el país, de huir de violencias y de falta de oportunidades.

Uno de los alcaldes se mostró escéptico, o mas bien contrario, a la constitución de la ZRC. En su argumentario, tildaba de inconstitucionales las 74 normas de convivencia que rigen en la región y que emanan de las comunidades que allí habitan. Claro, son normas que no ha hecho el estado, pero solo porque el estado nunca ha hecho presencia en la zona sino con su ejército. Esas normas “insconstitucionales” han permitido que las comunidades hayan construido ellas mismas, por ejemplo, 1300 kilómetros de vías de tierra o puentes.

En el turno de preguntas de la comunidad, alguien preguntó que sí la ZRC no iba a ser una república independiente de las FARC. Otra pregunta fue que si el ejército iba a poder entrar o si habría libre circulación para las personas. Fue el mismo enviado de la Agencia de Tierras del gobierno colombiano, organismo encargado ahora de decidir si constituye la ZRC, quien rompió mitos y despojó las dudas. No, la figura solo pretende defender la tierra y al pequeño campesino.

En Colombia hay ahora mismo seis ZRC constituidas de un total de 68 procesos a lo largo del país. La del Losada – Guayabero será pronto una realidad, salvo sorpresa, pero a esas asociaciones campesinas que tanto luchan por los derechos de la gente del campo y por la defensa del territorio les queda mucho por hacer. No hay que bajar la guardia.